PSOE e IU de Azuqueca de Henares denuncian la conducta “irresponsable y bochornosa” del portavoz del PP, Manuel Corral, durante el pregón de fiestas.
Por desgracia, detrás de estos insultos no hay espontaneidad, sino un clima de odio cuidadosamente alimentado desde hace tiempo. No son ocurrencias del momento, sino mensajes que se repiten día tras día en tertulias, mítines y redes sociales. Y claro, cuando esos discursos se normalizan acaban instalándose en la plaza del pueblo, amplificado por otros que ni siquiera saben qué están diciendo y que se prestan a este espectáculo de odio prefabricado. Una estrategia que convierte la política en un lodazal y que los insultos dirigidos al presidente del Gobierno se conviertan en un entretenimiento más, como hacer botellón o bailar la canción de moda.
La polarización política que algunos han sembrado, esa idea de que el adversario no es un rival legítimo, sino un enemigo al que se puede insultar, deshumanizar o ridiculizar, se ha colado en la vida cotidiana. Y cuando lo que debería ser un espacio de convivencia, como es la plaza en fiestas, se convierte en un altavoz de odio, significa que algo profundo se está rompiendo.
Defender la democracia es también hacer frente estos comportamientos, aunque parezcan menores, aunque se disfracen de fiesta. Porque cuando se banaliza el odio, cuando se tolera en nombre de la “gracia popular”, no sólo se es cómplice, sino que, además, se abre la puerta a que vaya más allá.
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