Artículo de opinión de la portavoz del grupo municipal de Izquierda Unida de Azuqueca de Henares, María José Pérez Salazar.
Hay personas que no necesitan presentación porque su historial habla por sí solo. Manuel Corral es una de ellas. Su carrera política, lejos de estar construida sobre el servicio público o la altura de miras, se ha forjado a base de insultos, provocaciones y desprecios. Es el rostro de una forma de hacer oposición que no conoce los límites éticos ni democráticos. Representa la voz áspera de una política embarrada que prefiere ensuciarlo todo antes de hacer una oposición constructiva.
No es una exageración. El señor Corral nos tiene acostumbrados a numerosas y constantes frases infames, como aquella que dirigió a la que fuera secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género, Ángela Rodríguez Pam, “puestos a reírnos, puedes estar tranquila, no creo que tengas ese problema del que te mofas. Ni un violador te toca. Ahora reímos todos», a Pilar Cancela, secretaria de Estado de Cooperación Internacional, «¿Para ascender en el PSOE hay que ser tan pelota y ridícula? Las rodilleras. Y ahora si queréis me llamas machista», a Carmen Calvo a la que llamó “subnormal profunda”, las que destinó para apoyar las declaraciones de Tellado (“cavar la fosa donde reposarán los restos de un Gobierno que nunca debió haber existido en este país”) “es una falta de respeto lo de Tellado para los anormales que creen en SU MEMORIA HISTÓRICA, falsaria y analfabeta. Que me la pasaré siempre por el forro”, lo que demuestra el desprecio más absoluto hacia el dolor de miles de familias que llevan décadas buscando los restos de sus seres queridos en las cunetas o las de “me gusta la fruta”. A este señor no le importa el sufrimiento ajeno cuando puede convertirlo en munición política, lo demostró también al no guardar un minuto se silencio como muestra de condena al genocidio que está sufriendo la población palestina y de apoyo a la flotilla solidaria española sobre la que prefirió “no opinar” y reírle la gracia a los crueles comentarios de Díaz Ayuso: “ya se han dado el baño y a partir de ahora subvenciones para sus chiringuitos” y de las Nuevas Generaciones del PP “se terminó el crucero”.
La estrategia del Partido Popular es clara:
El barro para el señor Corral no es un accidente en su discurso: es su hábitat. Se revuelca en él con entusiasmo, como quien sabe que en la confrontación más sucia es donde puede sacar rédito. No busca convencer, busca humillar. No quiere debatir con argumentos porque prefiere confrontar de manera ruidosa. Y en ese lodazal, se desenvuelve bien. Forma parte de una estructura que ha renunciado a cualquier atisbo de altura política, que solo sabe hacer ruido, que disfruta en el circo (en el sentido peyorativo de la palabra) mediático, pero que jamás propone soluciones y que allá donde gobiernan cercenan los derechos más esenciales. A modo de ejemplo, el propio Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente de la Junta de Andalucía, reconocía que hay 2.000 mujeres que cuentan con pruebas dudosas (no concluyentes) en el programa de cribado de cáncer de mama. Casi 40 tumores malignos sin diagnosticar y, sin embargo, prefieren agudizando su discurso de desastre nacional.
En este contexto, emerge otra falacia que repiten constantemente: “En un país donde la democracia funcionara correctamente, un presidente que perdió las elecciones, que no aprueba presupuestos y que está podrido de corrupción debería convocar elecciones”. El Gobierno de la nación no ha perdido ninguna elección que le impida gobernar. Gobierna porque así lo decidió el Parlamento. Y esa es la base del parlamentarismo: la mayoría. Pretender que solo gobierne quien gana en votos individuales es confundir el sistema con una encuesta de popularidad. La democracia no es una liga, es un pacto institucional. Lo que ocurre es que el Partido Popular no puede soportar que alguien gobierne sin pedirles permiso. Por eso, embarran, provocan, tensan y destruyen, también en los Ayuntamientos. Porque en Azuqueca el señor Corral es una réplica de sus líderes nacionales.
La oposición que hacen al Gobierno de la nación no se ha basado en la crítica política, sino en el acoso sistemático al presidente. Ningún presidente democrático antes ha tenido que soportar semejante nivel de insulto. Ha sido objeto de una campaña constante de erosión, sin tregua ni respeto. Lo han llamado traidor, ilegítimo, okupa, por no mencionar otros y lo más grave, chan promovido una campaña de persecución contra su familia.
Han intentado presentarlo como una anomalía, cuando lo anómalo es que haya una oposición que vive instalada en la rabia permanente. Porque lo que esta derecha no soporta no es la política de este Gobierno, sino su mera existencia, así lo reconocía el propio señor Tellado. No toleran ni asumen que en democracia se puede gobernar desde la izquierda, que hay mayorías legítimas que no pasan por Génova. Y, ante esa frustración, optan por el barro.
El señor Corral no es la causa, es el síntoma. La causa es una forma de hacer oposición, que ensucia la democracia, tal vez sea ese su objetivo, y que se alimenta del odio, del cinismo y de la mentira. Han hecho del insulto su bandera y de la crispación su estrategia. A eso se dedica el Partido Popular.
Pero afortunadamente no todo lo pueden embarrar. Hay convicciones que resisten. Hay mayorías que se construyen con diálogo. Hay reformas que avanzan pese al ruido. Y hay muchas y muchos que, a pesar de todo, seguimos creyendo en la democracia, en la confrontación legítima de ideas y en definitiva, en la política como herramienta de transformación, no como campo de batalla para resentidos por no haber ganado las elecciones.