Saber estar, cuando la vocación de servicio, que es una voz de la conciencia, llama a la noble tarea de combatir la injusticia y mejorar las condiciones de vida de las personas en sociedad, tanto de las presentes como de las futuras, sin discriminaciones, prejuicios y sectarismos.
Y saber marcharse, con humildad y agradecimiento, cuando ha pasado un tiempo prudencial de ejercicio de la política y les corresponde a otros la misión de defender las conquistas realizadas, que nunca son seguras, y coronar las siguientes, porque hemos de suponer que los afanes humanos y la sucesión de las generaciones no tienen fin.
Creo llegado el tiempo de dejar la política en las instituciones. Lo hago con alegría y con agradecimiento infinito a mis compañeras y compañeros de partido (afiliados o no), así como a los ciudadanos y ciudadanas de Azuqueca de Henares que me han dispensado la bondad de aguantarme. Tampoco quiero olvidarme de los trabajadores municipales y del resto de servidores públicos que, con su profesionalidad y tesón, permiten que la maquinaria administrativa funcione, sin la cual las posibilidades de la sociedad serían suplantadas por un salvajismo insoportable.
A todos les pido disculpas por mis errores y defectos. A todos les digo que me han completado como persona, porque de todos he intentado aprender las lecciones que generosamente me han dado.
He tenido la suerte de ejercer mi actividad política en Azuqueca de Henares, una ciudad amable y confiada que me acogió con los brazos abiertos hace más de veinte años. Lo que defendí y lo que hice como político en activo fue por su mejora y por sus gentes, sin sujetarme a otros mandatos ni jerarquías que un ideario plasmado en un programa electoral, las decisiones de mi asamblea local, el carácter sagrado de la palabra dada y mi conciencia.
También he sido muy afortunado al haber ejercido la actividad política de la mano de una organización honrada y defensora de convicciones ideológicas basadas en tres principios que estimo fundamentales para la convivencia humana: la justicia social, la democracia y la libertad, sin que pueda faltar ninguno y sin que cada uno de ellos pueda existir en detrimento de los demás. Las personas de mi organización política (porque cualquier grupo social es la suma acrecentada de sus individualidades) me han demostrado que no hay compromiso sin abnegación y que la política, entendida de manera correcta, exige humanidad, bondad, trabajo y una ética elevada.
Siempre intenté ponerme en el lugar del que piensa diferente, para entender mejor sus opiniones, lo que me ha permitido comprobar que la inmensa mayoría de las personas albergan bondad. Soy de la opinión de que, a pesar de las diferencias falsamente agigantadas, casi todos aspiramos a lo mismo: a la paz, el bienestar, la felicidad y a sentirnos moralmente bien con nosotros mismos y con nuestros semejantes.
Creo que la política es acordar el camino que nos conduce a estos fines comunes que anhelamos, sin falsos atajos, demagogias, engaños, odios, fanatismos, miedos inducidos, fracturas artificiosas y exclusiones. Creo que la política trata sobre la determinación de los buenos fines colectivos y de las reglas que permiten alcanzarlos, sin las cuales no serían posibles ni el perfeccionamiento de las sociedades ni el de las gentes que las forman. Entiendo la política no sólo como praxis sino como enseñanza y ejercicio intelectual, al estilo de la paideia griega. Por eso le tengo tanto respeto a la discusión razonada y sincera, y por lo misma razón combato frontalmente los discursos viscerales y a sus profetas.
IU de Azuqueca de Henares está ahora en las mejores manos, con una portavoz y candidata, María José Pérez Salazar, que es un ejemplo de entrega, compromiso, integridad y buenos sentimientos, asistida por compañeros y compañeras, entre los que tengo el privilegio de encontrarme, dispuestos a dar lo mejor de sí mismos por defender unos ideales de justicia y de democracia plenos, en una circunstancia difícil plagada de grandes desafíos y en la que la política, desgraciadamente, está muy desprestigiada.
El desempeño de un cargo público nunca ha de ser una razón en sí misma. Ha de estar limitado en el tiempo, empieza y termina, no es una profesión, no debe aspirar a convertirse en un modo permanente de ganarse la vida, de alcanzar una jubilación, ni de medrar, prosperar o alcanzar honores y privilegios, porque si se deja contaminar por alguna de estas tentaciones se corrompe irremediablemente.
Emilio Alvarado Pérez