Hay en Azuqueca de Henares una televisión privada que emite por internet y que realiza un muy digno trabajo de difusión de la imagen de nuestro municipio. Esa televisión local, que se llama Azuquecatv, invitó al Sr. Moraga a debatir con el Concejal de Deportes, el Sr. Escudero, sobre unas supuestas deficiencias del servicio de deportes denunciadas por el mismo Sr. Moraga.
¡Magnífico! Una televisión privada invita a la oposición a un debate con el gobierno sobre el tema que la oposición previamente ha elegido, en este caso los deportes, que según el Sr. Moraga son su especialidad, para que le saque los colores al gobierno. Y el debate se plantea sin trampa ni cartón: un cara a cara, un bis a bis, un tú a tú, un duelo entre oposición y gobierno. El Sr. Moraga sentado a un lado y el Concejal de Deportes sentado en el otro en un pequeño estudio televisivo. Sólo ellos y el moderador. Se plantea, por tanto, una discusión pública entre el que impugna y el que es impugnado con un único límite: el que dicta el respeto y la buena educación. No cabe más igualdad y se consuma así el sueño de toda oposición que se precie.
Pero lo que ocurrió en ese estudio televisivo es digno de pasmo. Desde los tiempos de Nabucodonosor I no se había visto cosa igual: la oposición no compareció a un debate público y libre planteado por ella misma, en pie de igualdad frente al gobierno y con las cámaras como testigo. Podemos comprobar la veracidad de un hecho tan inaudito si visitamos la página web de azuquecatv. Al hacerlo veremos que el día de autos sólo acudieron al estudio el moderador y el interpelado, el Sr. Escudero. En cambio, el acusador, el Sr. Moraga, no tuvo la gallardía de presentarse a la cita. Como excusa de tan sensible ausencia aparece en pantalla un texto redactado por los populares a modo de minúscula hoja de parra incapaz de tapar las vergüenzas de un portavoz, el del PP, que borda el papel de Don Tancredo. En definitiva, no hubo debate por incomparecencia de la oposición. En el lugar del Sr. Moraga había una silla vacía. Todo un símbolo: el vacío de la silla no sólo reflejaba la vacuidad de quien tenía que haberla ocupado, sino también el desprecio a una ciudadanía que no se merece este trato y a la que el PP le debe muchísimas explicaciones.
El Sr. Moraga pretende cubrir el expediente político de forma engañosa. Para simular que hace algo inventa disputas sin fundamento contra el equipo de gobierno con el único objetivo de recaudar unos votos. Una vez urdidas manda publicarlas en su boletín sin derecho a réplica y aquí acaba su esfuerzo. No quiere debates, no acepta preguntas, no desea intervenir ante el tribunal de la opinión pública, no quiere que nadie le oiga hablar o razonar, rechaza toda posibilidad de que los ciudadanos sepan de qué pasta están hechos sus pensamientos, huye del contraste público y calla en los plenos porque basa su política en el silencio, la mentira y los rumores sin base. Vamos, que no da la cara. Y todo eso estando en la oposición.
Terminemos esta crónica recordando una idea: la democracia es un régimen deliberativo y en ella el hombre público que no da la cara se inhabilita.