Lamentables. Este es el calificativo que le merecen al portavoz de Izquierda Unida, Emilio Alvarado, las pseudo-explicaciones del concejal Casas, encargado de la promoción de los mayores, a propósito del affaire de la fiesta de nochevieja en el Centro de Ocio.

En vez de contestar a la cuestión candente, esto es, si es adecuado o no que el gobierno municipal dé las llaves de un edificio público a un particular para que celebre en él una fiesta nocturna, el señor Casas se sale por la tangente y habla de asuntos nimios que no vienen al caso, para desviar la atención y esquivar lo que le compromete. Además, aprovecha la ocasión el señor Casas para meterse con el denunciante, el concejal Alvarado, en actitud castiza típica del reo al que se sorprende con las manos en la masa y en vez de levantarlas, se las mete en el bolsillo manchando el pantalón, prueba sumarísima del acto reprobable recién cometido.

Vieja argucia la del señor Casas, que hace, probablemente sin saberlo, lo que aquel gobernante que siendo un poco sordo se hacía el sordo completo cuando le incomodaba un tema, para eludirlo, hasta que se descubrió que la sordera era modulada, acorde a su interés o a la medida de sus excusas.

Hay quien cree que hilando un discursito con cuatro lugares comunes salva los escollos, contesta a la oposición y satisface cualquier apremio, pero en los tiempos que corren los oídos del público ya no están para holgarse con cantos de pastores.

Esto supuesto, queda pendiente una explicación de los señores que gobiernan el municipio sobre las reglas de cesión de los locales municipales, criterios, condiciones, igualdad de trato a los peticionarios, horarios, seguridad, actividades autorizadas, etc., que mientras no cambien ya existen, siendo incumplidas precisamente por quienes debieran guardarlas.

Mientras no se reciba un relato cabal sobre este asunto, el gobierno de mayoría absoluta del señor Bellido dará pábulo a toda clase de conjeturas, porque el ocultismo es la levadura más potente de la imaginación popular.

Gobernar no es decidir sin ton ni son, o a golpe de demanda, sino tener un objetivo común de mejora, cumplir la palabra dada y dar cuenta de lo hecho sin distorsiones ni embelecos. La mayoría absoluta no exime de lo anterior, por muy abultada que sea.