Pocos se acuerdan del estado deplorable en el que se encontraba hace muy pocos años la franja de terreno situada entre la calles Teide, Ocejón, Moncayo, Travesía de Postas, etc., y las viviendas de la calle Buendía.

El adecentamiento de esta franja alargada y con grandes desniveles consistió en convertirla en un parque público (Parque del Lavadero) con una gran inversión en obra civil por la singular naturaleza de la parcela: 1’8 millones de euros.

Los trabajos se realizaron en la anterior legislatura, en tres fases, cuando IU dirigía, entre otras, la concejalía de parques y jardines, siendo el concejal responsable Victorio Calles.

El parque supuso un alivio y un desahogo para los vecinos del lugar y el cierre de una herida urbana en medio de un barrio asentado. Además, permitió completar la relación de grandes parques en Azuqueca de Henares, a excepción de los previstos en futuros sectores de desarrollo urbano.

Cuando estuvo en el gobierno, IU hizo casi todos los parques del municipio para disfrute y solaz de los vecinos (los Almendros, del Norte, del Lavadero, del Parque de la Ermita, de San Lorenzo y Buero Vallejo) además de mejorar sustancialmente el de la Quebradilla y otras zonas verdes y de arbolado (Bulevar de las Acacias, Parque de la Constitución, etc…) con plantaciones masivas, riego por goteo y con agua no potable.

IU sabe muy bien que no sólo hay que hacer parques cuando es necesario. Hay que mantenerlos, cuidarlos, como el resto de instalaciones municipales, pero con mayor énfasis si cabe porque las plantaciones siguen los ciclos naturales que exigen trabajos que no admiten espera.

Quiere esto decir que si los medios propios del Ayuntamiento no permiten un mantenimiento adecuado de los parques y jardines hay que contratarlos, porque lo último es que se mueran las plantas, se sequen las zonas verdes, se deterioren los riegos y se vandalicen los espacios públicos.

No es un despilfarro cuidar lo que se tiene. Hay dilapidación de los caudales públicos cuando se consiente que se deteriore lo que tanto costó tener y, después, con la excusa de que está estropeado, roto o inservible, eliminarlo o repararlo de mala manera, porque o bien se pierde lo que ya se disfrutaba o se merma y se empeora a pesar del gasto adicional.

Esto es lo que ocurre con la concejalía de parques y jardines desde el comienzo de la legislatura: desatención en el mantenimiento por falta de medios porque los recursos, siempre escasos, se dedican a otras cuestiones que al gobierno le parecen más vistosas y susceptibles de ser inauguradas poco antes de las elecciones.

Hasta ahora habíamos comentado repetidas veces al concejal de parques y jardines nuestro diagnóstico, con el mejor tono, porque consideramos que es de ley dar la oportunidad de rectificar al que gobierna.

Pero no podemos callar ante el destrozo que acaba de ordenar el concejal responsable en el talud inferior del Parque del Lavadero, arrasando las plantaciones que tapizaban la pared, incluidos muchos de los arbustos de gran porte que proporcionaban vistas y frescor a los vecinos. Ahora queda un espacio desolado, ralo, raído, pelado, mondo y lirondo, feo y polvoriento, que provocará un gasto para un adecentamiento mínimo.

Aducirá el concejal que el talud era una selva, pero por su culpa, ya que no lo ha mantenido debidamente durante los tres últimos años. El tapizado de ese talud costó dinero de los contribuyentes y no tiene excusa malgastar la inversión porque se aplazaron sine die los trabajos de mantenimiento pertinentes. Además, la puerta que debía mantener cerrado el camino de servicio (por el que se accede a la parte inferior) lleva meses rota, con lo que el vandalismo se ha adueñado también de esa zona del parque, a lo que se añade que se vislumbran agujeros en los caminos que bien podrían ser madrigueras.

Desde el inicio de la legislatura hemos informado constantemente al concejal sobre las deficiencias del parque del Lavadero, con la esperanza de que se produjera un cambio, una mejora, lo cual no ha ocurrido sino todo lo contrario.

En cuanto a lo que haga el concejal para remediar el estropicio, decimos que será un gasto que se podría haber evitado.

Despilfarro, derroche, dispendio se llama, que el castellano es abundante en estos vocablos porque cada idioma es hijo de una experiencia, una historia, un sentir y una perspectiva del mundo.