La Red de Solidaridad Popular organizó la proyección del documental Ciutat Morta en el Centro de Ocio.
Saben mucho de los abusos del poder los miembros de la Red porque lo sufren. Por eso eligieron la proyección del documental dirigido por Xavier Artigas y Xapo Ortega.
Ciutat Morta relata de una manera sobria, de ahí que sea sobrecogedora porque el horror verdadero no precisa de aditamentos, cómo un entramado corrupto de jueces, policías, médicos, enfermeros, funcionarios de prisiones, la subdelegada del gobierno, el entonces alcalde de Barcelona, Joan Clos, y su concejal de seguridad, Jordi Hereu, es decir, gentes que nos gobiernan, que supuestamente nos protegen y que cobran de todos nosotros, mintieron, torturaron y encarcelaron a nueve jóvenes inocentes por unos actos que no habían cometido (que un policía municipal acabara parapléjico y en estado vegetativo en el curso de una intervención), uno de los cuales, Patricia Heras, acabó suicidándose tras cinco años de un calvario insoportable que comenzó el 4 de febrero de 2006.
Al ver Ciutat Morta se siente una asfixia, una presión en el pecho que amenaza con parar el corazón.
Ciutat Morta es la descripción de los engranajes de un poder institucional corrompido al servicio de un orden corruptor que tritura (sí, ese es el verbo más adecuado) a las personas que saben que el rey está desnudo y que se atreven a pregonar por las calles la buena nueva.
Ciutat Morta es un grito de denuncia como El Caso Almería o En el nombre del Padre, que discurre por canales cuasi clandestinos de exhibición. En eso consiste la democracia de los grandes medios, en tapar lo que perturba aunque sea verdad.
La naturaleza imita al arte, superándolo. Los hechos que relata Ciutat Morta dejan muy atrás las visiones de Kafka de un ser humano sometido a un poder incomprensible, inexpugnable y omnipotente que le roba la libertad y que le obliga a vivir una vida culpable, torturada y sin esperanza.
Ciutat Morta es la historia de unos jóvenes convertidos en ratas de laboratorio empujados al sacrificio tras discurrir por laberintos sin salida, por procesos pantomima, por celdas y pasillos sin fin, por interrogatorios amañados, por palizas y amenazas propinadas por agentes del “orden” para extraerles una confesión imposible ya que eran inocentes.
Ciutat Morta bien podría haber empezado así: “Alguien debía de haber calumniado a Patricia H., porque, sin haber hecho nada malo, fue detenida una… noche en un hospital.”
Ojalá que Ciutat Morta sirva para recuperar la verdad y que contribuya a acelerar el cambio político y social que nos lleve a un nuevo amanecer limpio de la chusma y de la escoria que aún dispone de nuestras vidas.
Aprovechó la Red de Solidaridad Popular el acto para recoger conservas, porque entre sus fines está el de ayudar a personas y familias desamparadas. Gracias por su labor.