Wert es una calamidad, un peligro, un ministro que vino a dañar la cultura y la educación. Por eso se le desprecia. Pero quiere irse apuntillando a la universidad, a la que ya le recortó 1.500 millones, y a los alumnos sin recursos, a los que les redujo las becas, les subió las matrículas y los expulsó de la universidad a miles.

Con Wert nuestros mejores cerebros se van, nuestra investigación puntera ha sido estrangulada y cesa la formación de nuevos talentos, singularmente si proceden del pueblo, porque hay que evitar que la educación sea un elevador social.

Wert es un elitista, pero en el peor sentido de la palabra. No es que quiera la promoción del mejor. Busca el ascenso a la dirección de la sociedad de los pudientes, de los suyos, de los de siempre.

Wert pretende dejar el ministerio dándole un nuevo tajo a la universidad que consiste en quitarle un año a los grados, que pasan de 4 a 3 (qué tiempos aquellos en los que se estudiaban carreras de cinco años para, según el ministro, salir convertidos en unos tarugos) con lo que habrá que completar lo que no se estudia de oficio a base de másteres (dos años) que cuestan entre cinco y diez veces más que un curso en primera matrícula.

Ni Wert se traga su mentira porque su plan de que es posible saber más si se estudia menos no da ni para ponerle un cero.

El efecto de la medida no tiene vuelta de hoja: los grados, más baratos, no valdrán gran cosa a pesar del aumento de las matrículas, y las carreras completas, con másteres, sólo podrán pagarlas los estudiantes con recursos. Y aún así, ya veremos si sirven para algo, que tampoco es evidente.

Para oponerse a la penúltima barbaridad, el Sindicato de Estudiantes llama a la huelga en institutos y universidades los días 25 y 26 de febrero y pide que los jóvenes, los profesores y la ciudadanía se sumen a esta lucha tan justa como importante.  Las gentes de IU estamos con ellos, faltaría más.