Tras las elecciones europeas, Azuqueca de Henares vuelve a ser uno de los municipios de la provincia de Guadalajara en el que el porcentaje de votos a favor de Izquierda Unida es más alto, alcanzando el 5’69%. Este resultado, además, nos permite comprobar que aumentamos muy ligeramente el número absoluto de votos conseguido en las anteriores elecciones al Parlamento Europeo de 2004. En términos provinciales, Izquierda Unida también sube ligeramente en votos así como en toda Castilla-La Mancha, en la que pasamos de 20.000 a casi 23.800 sufragios. Estos resultados, unidos a los del resto de España, nos han permitido mantener los dos diputados que ya teníamos en el Parlamento Europeo así como nuestra posición como tercera fuerza política nacional.
Estos resultados demuestran que Izquierda Unida ha frenado por el momento su declive y por ello hemos de estar moderadamente satisfechos. Pero no caben complacencias porque la tarea que tenemos por delante es reconquistar el terreno perdido y hacer oír nuestra voz no sólo en las campañas electorales sino en el día a día. Es un lugar clásico de la política afirmar que resistir es una forma de vencer. Pero no basta con resistir, hay que reconquistar el terreno perdido. Y la reconquista de nuestro espacio pasa por conseguir más votos. Para recuperar el terreno perdido hemos de estar unidos, hacer propuestas comprensibles sobre los asuntos que preocupan a la ciudadanía, relacionarnos mejor con nuestro entorno y defender el interés general desde una perspectiva de izquierdas; pero, sobre todo, en esta reconquista debe imperar el orgullo por defender nuestros principios.
En estas elecciones el PP ha hecho de mudo porque no se ha atrevido a exponer su doctrina económica y social para Europa y para España que se resume en apretarle las tuercas a los trabajadores, bajarles los impuestos a los ricos, ser complacientes con los paraísos fiscales, afianzar aún más a los curas en las escuelas, proteger a los altos directivos y a los banqueros que nos están llevando a la ruina y dejar que los mercados desregulados hagan su voluntad contra la voluntad y los intereses de los ciudadanos. Como bien puede deducirse, exactamente la misma medicina que nos ha llevado a la catástrofe. Por eso, para no asustar a los indecisos, en la campaña de las europeas el PP ha hablado de otras cosas. Además, para evitar que se hablase de sus divisiones y de su corrupción interna cada vez más extendida (Madrid, Valencia y Castellón) ha hecho una campaña basada en el ruido y en la escandalera. No obstante todo esto, la movilización de su electorado, que va siempre a votar sin fisuras y con disciplina marcial, le he permitido ganar estas elecciones.
En cuanto al PSOE, que hasta ayer negaba que hubiera una crisis económica, constatamos que se ha apropiado de nuestro discurso. Ahora afirma estar contra los paraísos fiscales y dice defender el desarrollo sostenible y otra forma de crecimiento económico que no se base en el ladrillo y en el hormigón. Hasta hace muy poco, cuando nosotros sosteníamos en solitario precisamente eso, el PSOE nos ignoraba a través de sus periódicos y radios amigas o nos llamaba ilusos, antiguos, trasnochados y euroescépticos, a nosotros que somos internacionalistas. Algunos ejemplos bastarán para ilustrar lo anteriormente dicho: cuando IU propuso en 2004 en el Congreso de los Diputados que se aprobara una Proposición de Ley a favor de la Tasa Tobin (para frenar la especulación financiera internacional) el PSOE votó en contra alineándose con el PP. Del mismo modo, PSOE y PP se aliaron para votar en contra del Informe de Margrete Auken (aprobado en 2009 en el Parlamento Europeo) que denunciaba los excesos de la especulación y de la economía del ladrillo en España; y, para terminar, dos guindas: PSOE y PP acordaron la supresión del impuesto sobre el patrimonio (que supone una pérdida de 1.800 millones de euros anuales para la hacienda pública en un momento tan delicado como el actual) y pactaron las inyecciones de dinero público a la banca (por un importe consolidado hasta el día de hoy de 20.000 millones de euros) sin exigirles a los banqueros ninguna clase de contrapartida y exigencia. ¡Cuánto amancebamiento ideológico entre partidos que dicen ser totalmente distintos!
En cuanto a UPyD, no podemos obviar sus resultados que le permiten ocupar un espacio político muy importante, todavía más simbólico que ideológico, pero al que no hay que restarle relevancia y que nos debe hacer reflexionar sobre algunos aspectos de nuestro discurso político. El voto a UPyD procede especialmente de enfadados del PSOE y, en menor medida, de descontentos con Rajoy, siendo su altavoz principal, aunque ya no se percibe tanta «generosidad», la televisión madrileña de Esperanza Aguirre. A menudo escuchamos que UPyD es el partido llamado a hacer una nueva política. Pero esto no es probable porque los dirigentes políticos de UPyD son de todo menos nuevos, siendo el caso más singular Rosa Díez que fue militante del PSOE durante 30 años y que, ahora, abomina del nacionalismo vasco cuando fue Consejera del Gobierno Vasco durante siete años en un ejecutivo de coalición con el PNV y con EE-EA, coincidiendo además todos esos años con un PNV presidido por Arzalluz. ¡Qué frágil es la memoria humana!
Izquierda Unida ha intentado hacer una campaña electoral proponiendo un programa europeo de acción política. Y lo ha hecho manteniendo la coherencia porque Izquierda Unida es la única fuerza política de carácter nacional que se opone a los proyectos neoliberales para la UE. Lo hicimos dando el no al Tratado de Maastricht y al proyecto de Constitución Europea, y lo hacemos ahora oponiéndonos al Tratado de Lisboa de la mano de un programa electoral elaborado por más de 200 personas y en el que han participado 30 organizaciones sociales. La línea de IU sobre Europa siempre ha sido la misma. Nos hemos opuesto al modo dominante de construir Europa por dos razones: por el déficit democrático en que incurría y porque consagraba el capitalismo neoliberal que tantas desgracias nos ha traído y que ha fracasado definitivamente. Por el contrario, PP y PSOE coincidieron en su valoración del Tratado de Maastricht y en que no fuera objeto de un referéndum en España, votaron a favor del proyecto de Constitución Europea y ahora vuelven a coincidir en lo esencial dando por bueno el Tratado de Lisboa. En resumen, en asuntos europeos el PP y el PSOE han coincidido en lo esencial: aquí está la verdadera alineación política, la pinza bipartidista sobre la que que se sostiene nuestro sistema.