El impacto de la huelga en Azuqueca de Henares fue muy notable. La sensación que se tenía el 29 de septiembre al caminar por sus calles era la de un domingo cualquiera, al que acompañó el buen tiempo y el sol. La actividad en los polígonos quedó muy mermada y en el Ayuntamiento, que a efectos económicos y laborales es una de las grandes empresas de nuestra ciudad, el paro fue secundado por un 70%-80% de la plantilla. En cuanto a los concejales, sólo los de Izquierda Unida hicieron huelga, mientras que los del PP y los del PSOE coincidieron en que no había razones para secundarla. La siguiente cita reivindicativa, tras una mañana tranquila, estaba en Guadalajara. A las 12 horas comenzaba una manifestación a la que acudieron entre 2.000 y 3.000 personas según fuentes de la policía municipal y de los sindicatos convocantes, todo un éxito si tenemos en cuenta las cifras alcanzadas por manifestaciones similares en la capital de la provincia.

La jornada de huelga se desarrolló sin incidentes de mención por parte de los trabajadores. La discordia del campo de Agramante anunciada por la extrema derecha no se produjo.

Pero lo que sí hubo, en cuestión de orden público, no sólo en Azuqueca de Henares sino a lo largo y ancho de la geografía española, fue violencia contra los piquetes ejemplificada en los numerosos casos de atropello que sufrieron los trabajadores que ejercían su derecho a informar de las razones de la huelga. Que sepamos se produjeron atropellos, alguno de ellos muy grave, en Madrid, Barcelona, Ciudad Real y Guadalajara. Desgraciadamente Azuqueca de Henares no se libró de esta práctica criminal.

En las puertas de Vicasa, aproximadamente a los 14’00 horas del 29 de septiembre, un auténtico homicida se salió de la fila de coches en la que se encontraba detenido porque un piquete estaba informando al primero de los conductores sobre la huelga. Invadió el carril contrario y arremetió a sangre fría con un todo terreno contra cuatro trabajadores que estaban de espaldas cruzando la vía pública. El salvaje homicida probablemente se percató de que en ese momento no había guardias civiles en el lugar y que su atroz agresión quedaría impune. El conductor homicida no dudó en arremeter contra todos los que se cruzaron en su camino recibiendo uno de ellos la peor parte. Los testigos cuentan que el golpe encajado por el principal afectado fue fuerte y que de milagro el coche no le aplastó dado que sus ruedas pasaron a gran velocidad a pocos centímetros de su cuerpo tendido en el suelo. Por si fuera poco, esa bestia criminal se dio a la fuga cobardemente, importándole un comino si el atropellado estaba vivo o muerto. Afortunadamente, el trabajador atropellado ya está restablecido de las heridas sufridas en la cabeza, más aparatosas que graves. En cuanto al conductor criminal, de nombre José María de Miguel Osorio, rápidamente fue identificado por las fuerzas del orden, resultando ser un desgraciado de la peor calaña. Contaba con antecedentes penales al haber sido condenado en 1995 a dos años de prisión y a multa por intrusismo y estafa al haber contratado, junto con un compinche, a un ciudadano argelino como “esclavo” mediante la firma de un contrato “romano” en el que textualmente se decía que dispondría “de él como tuviese a bien, para la flagelación o los trabajos forzados, la sodomía o para hacer la comida, teniendo bajo su jurisdicción la vida o la muerte del esclavo». El ciudadano argelino, que en todo momento tenía que dirigirse a su contratador como “mi amo”, era obligado a realizar sus tareas desnudo y sin cobrar un céntimo, bajo la promesa de una regularización que nunca se produjo. Así es el tipo miserable que atropelló al piquete: un negrero, un sádico perturbado, ralea de la peor clase a la que, de haber justicia en el mundo, habría que aplicarle una ración doble de contrato a la romana.

¿Y después de la huelga, qué? Esta es la pregunta que cabe hacerse ahora. ¿Servirá acaso para que el gobierno cambie su política económica? Sinceramente, creemos que no. Haría falta una presión más continuada para que el gobierno accediera a modificar su opinión. En Francia ya van por la cuarta huelga general contra la reforma de las pensiones de Sarkozy y por ahora el gobierno galo se mantiene en sus trece. ¿Será una lección moral para banqueros y empresarios que, arrepentidos, devolverán a la sociedad lo que le arrebataron haciendo propósito de enmienda? Tampoco. ¿Entonces, para qué la huelga? Nos conformaríamos con que la huelga general del 29 de septiembre sirviera para cohesionar políticamente a todos aquellos ciudadanos que no sólo quieren que la crisis la paguen quienes la provocaron sino que, además, están convencidos de que hay que cambiar el actual orden económico por inviable y destructivo. El tiempo determinará si esta última esperanza está fundada. En cualquier caso, lo que nos demuestra la historia es que para cambiar el rumbo de los acontecimientos hacen falta convicción en los objetivos, estrategias inequívocas para alcanzarlos y fuerza suficiente para defenderlos. Si la huelga del 29 de septiembre contribuye a lograr un cambio social cada vez más necesario, no habrá sido en balde.