El sábado 7 de julio llegaron a Azuqueca de Henares los mineros que, procedentes de Aragón, componen una de las columnas de la marcha negra que llegará a Madrid el 10 de julio, víspera de la gran manifestación de mineros contra los recortes del PP.

Los mineros recibieron en nuestra localidad el apoyo de los sindicatos, de IU, de otras fuerzas políticas y de ciudadanos anónimos, que ven con simpatía sus reivindicaciones y el coraje con el que defienden el futuro de sus comarcas y el de sus familias.
El Ayuntamiento organizó que pernoctaran en la localidad, corriendo con los gastos de la manutención, a partes iguales, IU y el PSOE locales. Tras una jornada de descanso, los mineros partieron el domingo a las 9’15 horas para Madrid, saliendo por la carretera de Meco, punto en el cual había un helicóptero de la guardia civil volando atronadoramente sobre sus cabezas. Mal presagio.
Pero no todo es concordia y siempre hay alguien empeñado en manchar el firmamento azul. Produce vergüenza que alcaldes del PP hayan prohibido el paso de los mineros por los cascos urbanos de los municipios que gobiernan, como en Cabanillas y Daganzo, y que la Alcaldesa de Alovera, exPP, hiciera lo mismo, a pesar de que encabeza un gobierno de coalición con el PSOE. Y es lamentable que el PP de Azuqueca de Henares, a falta de argumentos, quiera manchar la reivindicación de los mineros con pamplinas varias y afee que canten su himno, puño en alto, en honor a su patrona, en nuestro salón de Plenos.
Recuerda la marcha negra las marchas campesinas del último cuarto del siglo XVIII, que conmovieron los cimientos del antiguo régimen en Europa occidental. Sus causas son sabidas: crecimiento demográfico, subida desorbitada de los precios y de los impuestos, empobrecimiento general del común y declive del sistema político y jurídico feudal.
La diferencia entre el pasado y el presente es que las marchas son hoy menos numerosas y que la capacidad de represión de los gobiernos son mayores que entonces. Aún así, el color dominante es ahora, como antaño, el del fin de un ciclo histórico, con las conmociones que ello traerá.
Muy mal andan las cosas cuando son los mineros del carbón, desde la oscuridad de sus tajos, los que portan una luz de esperanza a una sociedad que no acaba de despertar.