El 19 de marzo los integrantes de la columna nordeste de la marcha por la dignidad abandonaron Azuqueca de Henares tras una estancia de un día para adentrarse en la Comunidad de Madrid, destino de un periplo que comenzó en tierras navarras y que atravesó Aragón y las dos Castillas.

Nuestros conciudadanos que se han echado a los caminos de las Españas piden trabajo digno, derecho real a la vivienda, no al pago de la deuda ilegítima (para lo cual hay que reformar el artículo 135 de la Constitución) y servicios públicos universales, todas ellas peticiones muy decentes que demuestran que la indecencia se ha enseñoreado de nuestro país.

Hay un eje en todo el discurso de las marchas por la dignidad: el agotamiento de un sistema que es hijo de más de 30 años de gobiernos del PSOE y del PP, entente que alcanzó el clímax dramático cuando ambos partidos pactaron en secreto y a oscuras una reforma de la Constitución mediante la cual se eleva la dignidad de un puñadito de banqueros a cambio de hacérsela perder a los enfermos, a los dependientes, a los estudiantes y a los trabajadores.

A lo largo de cientos de kilómetros los caminantes han recibido muestras constantes de solidaridad y de cariño en pueblos y ciudades. No se merecen menos, por supuesto, porque han abandonado a sus familias para luchar por causas dignísimas y algunos han puesto en riesgo su salud e integridad porque han sufrido lipotimias y desmayos.

No obstante, siempre hay garbanzos negros en la infinita variedad de la naturaleza dispuestos a estropear la armonía y el buen gusto, como los alcaldes de Cabanillas del Campo y de Alcalá de Henares, ambos del PP, a los que les molesta que existan ciudadanos que defiendan la decencia y el interés general, y que pusieron obstáculos mezquinos al normal desarrollo de las marchas que acabaron siendo apartados a un lado por la paciencia y el buen hacer de los marchantes.

El objetivo de todas las marchas es desembocar en Madrid el próximo sábado para demostrar que son millones los ciudadanos que están hartos y piden a los gobernantes que padecemos un cambio real y a favor del pueblo porque la situación es insostenible.

Señalamos en un escrito anterior que ni los sindicatos mayoritarios ni el PSOE han querido saber nada de estas marchas, no sólo en Azuqueca de Henares sino en el resto del país. Lo significábamos a efectos de inventario, como un dato objetivo que no puede ser objeto de discusión. Lo que no podíamos imaginar es que esta constatación de un hecho tan indiscutible como el teorema de Pitágoras fuese a desencadenar una campaña miserable y grosera de gentes que en las redes sociales son unos campeones pero que en vivo y en directo son candelilla, cuerno y yerro.

Nunca se está a salvo del sinapismo de la mentecatez y menos en las redes sociales, donde cualquier infeliz arropado por un seudónimo puede lanzar exabruptos a escote para alcanzar un placer cercano a la polución que, quizás, por medios más directos, le está vedado. Pero no desesperamos ante esta anormalidad porque en la inmensidad del mundo tiene que haber de todo, también la porción de torpeza que hace más evidente lo noble y luminoso.