En la época nefasta del ladrillismo las grandes inmobiliarias y constructoras tenían en nuestra provincia medios de comunicación (algunas hasta televisión, por supuesto un periódico) que informaban sólo de lo que les interesaba y como les interesaba.

A algunos de estos medios les bastaba con los negocios que les respaldaban para sostener los gastos de imprenta, de plantilla y de reparto. Otros sumaban al dinero propio la subvención de los amigotes por la vía de la publicidad institucional de la Junta, de la Diputación o de los Ayuntamientos para apuntalar sus cuentas.

Fue ésta una época en la que los poderosos de la provincia tenían un periódico, imitando a los muy grandes que aún mantienen escudería o club de fútbol para darse bombo, lavar su imagen e influir para sí en las autoridades y en la opinión pública.

No extraña que durante el ladrillismo no hubiera críticas en la prensa provincial a la especulación inmobiliaria, ni siquiera un triste aviso o sospecha de lo inevitable. Todo lo contrario, aleluyas al crédito hipotecario, a la vivienda en propiedad como negocio seguro y al endeudamiento de por vida como camino a la felicidad.

Estos medios pasaban por ser independientes, lo cual era falso de toda falsedad, y sus escribas por periodistas, lo cual era también mentira, porque una cosa es defender una línea de opinión y otra bajarse los calzones ante el que pone la pasta prostituyendo la verdad y faltándole al respeto al lector.

Hubo y se mantiene alguna excepción a esta regla, que honra al que se plantó firme defendiendo su libertad de pensar, la que fuere, pero son tan pocos los casos que sobran dedos en la mano para contarlos.

Cuando explotó la burbuja inmobiliaria las empresas del ladrillismo empezaron a tener problemas de liquidez. Les resultaba difícil mantener sus cabeceras. Además, para qué hacerlo si ya no había negocio que promover. Comenzaron a despedir escribas (periodistas se hacían llamar) porque ya no les servían. La profesión quedó diezmada en número, no así en calidad, y sólo sobrevivieron unos pocos en internet, en emisoras nacionales o en revistas y televisiones públicas sometidas al mangoneo del gobierno de turno.

La gente corriente, en su infinita bondad, se informaba a través de estos medios creyendo que eran la ventana a un mejor conocimiento de la sociedad, cuando lo que recibían de ellos era un relato amañado y deforme fabricado adrede contra la realidad misma. Dicho de manera pedante, en estos medios lo conativo aplastó a lo representativo y la esencia del periodismo se fue por el retrete.

Vienen a cuento estas explicaciones para interpretar con tino por qué ahora, en vísperas electorales, ciertos periodiquillos gratuitos atascan nuestros buzones, sin que ello signifique que esta oferta sea un renacer del periodismo libre o que la integridad se haya restablecido en una profesión tan traicionada por los propios.

Primero fue Guadanews, eco y bombo del PP. Después vino La Calle, émulo del anterior y órgano retumbante del PSOE.

Si de Guadanews sabemos quién está detrás y quién lo paga (los contribuyentes con millones de euros a través del presupuesto del gobierno regional por orden de Cospedal) de La Calle no sabemos nada, como si sus artículos se escribieran solos y el dinero que lo sostiene manara de un caño misterioso.

Ambas publicaciones son propaganda electoral vergonzante, fraude y engaño al lector  a las que les tapan las siglas y que, además, no contabilizan en el gasto de campaña de ambos partidos. Menuda corruptela.

Estos medios serían imposibles sin escribas dispuestos a redactar al dictado y que andan a la gresca por ver quién compone el mayor elogio o presenta la mejor imagen del amo al que sirven.

Para mayor cachondeo se acaba de sumar a la confusión un nuevo panfletillo, La Otra Calle, tan anónimo en su confección como La Calle, imitando tipografía, disposición, secciones y colores del adversario.

Artículos sin firma, entrevistas sin entrevistador, ni una razón social, ni un consejo de redacción, ni un responsable, ni un director, nadie figura en estos periodicuchos confeccionados para el embuste, aunque detrás de ellos haya personas que no dan la cara porque son unos cobardes. ¿A quién denunciar si difaman? ¿A quién señalar si mienten? ¿A quién apuntar si manipulan? Al maestro armero.

¿Tendrán algo que ver Guadanews La otra Calle? La duda ofende porque coinciden en temas, orientación y estilo, que la escritura, como la huella dactilar, siempre delata al que redacta.

Para Guadanews y La otra Calle, Román es un Hércules de la política y los candidatos del PSOE bribones de medio pelo. No digamos qué imagen cultivan de Cospedal, a la que el Olimpo se le queda tamañito.

Para La Calle, los jefes del PSOE son unos Eneas, fundadores de ciudades milenarias, mientras que los del PP son unos corrompidos patológicos.

En lo que coinciden todos es que no hay otros más que ellos mismos: el bipartidismo contumaz. Estacazos y elogios al PSOE o al PP, no verán los lectores otra cosa en sus páginas.

Antaño había en nuestra provincia panfletos a sueldo del ladrillismo bajo la forma de periódicos. Ahora sufrimos panfletos del bipartidismo aún de peor calidad, anónimos y gratuitos aparentando ser periódicos también. Que les den.

La Calle y La otra Calle son sendos timos, desvergüenza escrita, desperdicio de papel y de tinta que no valen ni para envoltorio, tampoco para fondo de pajarera o como tisú de emergencia.

No los leas como si fuesen cosa distinta de lo que son pues serás engañado. Y si admites un consejo, ahórrate su lectura. Estarás mejor.