El 29 de marzo, los sindicatos mayoritarios convocaron una huelga general (la segunda desde que estalló la crisis allá por 2008), contra la reforma laboral del PP.
No cabe duda: el decreto del PP es, hasta un extremo chocante, cruel, inútil e injusto. Cruel, porque lleva las relaciones laborales a los tiempos de la servidumbre, sin derechos y con salarios de miseria. Inútil, porque dice fomentar el empleo cuando, en verdad, facilita el despido hasta límites insultantes. E injusto, porque carga el coste de la crisis, una vez más, en los asalariados, que ya no dan más de sí. Sólo un fanático o quien crea arañar ventajas ilegítimas de su aplicación, se atreve a decir lo contrario. Ni mil legiones de tertulios proclives en hora de máxima audiencia se bastan ya para contener la indignación que provoca un decreto que condena a todos los trabajadores y a todos los parados al miedo, la arbitrariedad y la pobreza.
Muchos ciudadanos, votantes también del PP, comienzan a percatarse de las verdaderas intenciones de un gobierno, el de Mariano Rajoy, que prometió el cambio y que en sólo cien días ha roto el hechizo que lo encumbró. Rajoy mintió cuando prometió no abaratar el despido, porque la reforma laboral lo consiente y gratis. Engañó también cuando aseguró que no subiría los impuestos, que crearía trabajo, que respetaría los derechos sociales, que no perdonaría a los delincuentes y sinvergüenzas que defraudan a la hacienda pública y que defendería la dignidad nacional frente a injerencias extranjeras. Embuste tras embuste, en sólo tres meses, el PP ha empezado a agotar el crédito incluso entre porciones de sus seguidores. Si las cosas siguen por este camino,  la ciudadanía, que está hasta el copetín de que le tomen el pelo y abusen de su buena fe, puede acabar perdiendo la paciencia.
Por todas estas razones, la huelga fue un éxito: en Azuqueca de Henares, en Guadalajara, en Castilla-la Mancha y en toda España. En nuestra ciudad, los polígonos pararon casi totalmente, al igual que los organismos municipales. Menor fue el seguimiento en los colegios y en el Centro de Especialidades (recordemos que hace poco la función pública regional protagonizó una huelga de carácter autonómico), mientras que en el comercio local casi no se sintió. A medio día, la Plataforma del 15M había convocado una concentración en la Plaza de la Constitución, a la que se sumaron unos 150 ciudadanos, entre los que había una nutrida representación de militantes y simpatizantes de IU.

Por la tarde, a las 19:00 horas, estaba convocada una manifestación en la capital, que fue todo un éxito porque a ella acudieron entre 5.000 y 6.000 personas, muchas de ellas jóvenes y acompañadas de sus hijos pequeños. Lo que ocurrió en Azuqueca de Henares y en Guadalajara representa fielmente lo que pasó en el resto de España: seguimientos masivos en la industria, actividad económica cercana a un festivo (ratificada por la caída del consumo de electricidad), ambiente de calma y manifestaciones multitudinarias por la tarde.

Cunde la idea de que no debemos permitir que lo conquistado en décadas de reivindicaciones y sufrimientos acabe siendo pisoteado por el Gobierno del PP, y que la lucha por los derechos y por un salario digno no sólo afecta a los trabajadores y parados de hoy sino también a nuestros hijos.
Frente a los actos de violencia callejera, muy localizados en todo el territorio nacional (que denunciamos completamente, como los que sufrieron las sedes locales del PP y del PSOE de Azuqueca de Henares) y que ocupan las portadas de los medios enemigos de los derechos de los trabajadores, hubo decenas de miles de actos de piquetería en la sombra ejercidos impunemente por empresarios envalentonados por un decreto que ampara el abuso y que busca convertir al trabajador, que es, primero de todo, ser humano, en ser semoviente.
Haría bien el gobierno en interpretar correctamente el éxito de la huelga general y los últimos resultados electorales en Andalucía y en Asturias. Ningún gobierno puede gobernar constantemente en contra del pueblo y pensar que no va a ocurrir nada. Este es el punto decisivo en el que ahora nos encontramos.