Un año más, ya van 81, desde que se proclamó la II República. Pese a su dramática existencia y final, aún perdura en la memoria su ejemplo y el caudal de emociones que despertó, no sólo en España sino en el resto del mundo democrático.
La II República entronca en la breve pero fecunda tradición española de renovación democrática del sistema político, a la que siempre se opuso la oligarquía dominante. La II República es heredera de Cádiz (1812), del trienio constitucional (1820-23) y del sexenio revolucionario (Gloriosa Revolución de 1868, Constitución de 1869 y I República de 1873-74), que son hitos de la reciente historia de España en los que se intentó proclamar el ideal democrático y la libertad.
Año tras año, la conmemoración de la II República gana adeptos. A ello ayuda, y mucho, el creciente desprestigio de la monarquía, provocado por el comportamiento indigno de la Casa Real y por los comentaristas “profesionales” de la corte, expertos en el despellejamiento por encargo. Además, cansa ya un sistema político que se fundamenta en el turno de partidos (PSOE-PP) con ayuda de las convenientes muletillas nacionalistas (CiU y otros).
La República que se reivindica hoy no consiste en cambiar una Jefatura del Estado hereditaria por otra electiva, que también. Va mucho más allá, porque pretende instituir una sociedad política guiada por la justicia, la igualdad y la democracia.
Como es tradición, IU organizó una serie de actos conmemorativos de la II República. El de mayor emotividad aconteció en el cementerio de Guadalajara, en recuerdo de los que fueron fusilados sumaria y anónimamente al pie de sus tapias. Sobre este particular, IU exige que se atienda la petición de sus herederos para que sean ellos y no otros quienes decidan qué epitafio ha de figurar en el lugar en el que se produjeron las ejecuciones.