El año 2012, el peor de la democracia, comenzó para nuestro Ayuntamiento con recortes y despidos de personal y terminó con privatizaciones y el despido de un trabajador de la contrata de limpieza de los edificios municipales. Entre medias, bajadas de sueldos, sanciones y aumento de horas de trabajo para los empleados públicos; y para los ciudadanos, elevaciones de tasas e impuestos, que se añaden a las decretadas por otras administraciones, en espiral insostenible. En cuanto al trabajo de las concejalías, gobierno al ralentí, sin fuste ni inspiración, más preocupado por no zozobrar que por empuñar el timón municipal con valentía. Un año para no olvidar.

El peor año de la democracia, que exigía tener a los mejores gobernantes, nos sorprendió con tres gobiernos mediocres de mayoría absoluta, de los sempiternos PP y PSOE, cuyas consecuencias nefastas pagamos a precio de oro. De una parte, los ejecutivos de Cospedal y Rajoy, alzados sobre el mayor cúmulo de mentiras jamás visto, cuyo único interés ha sido aprovechar la crisis para destruir el sistema constitucional y vender los servicios públicos básicos a familiares y compadres. En solo un año, Cospedal y Rajoy han demostrado ser gobernantes de derribo, plañideras que se excusan en herencias bien conocidas, también por ellos, vendepatrias al servicio de otros que no dan la cara, con poder casi absoluto gracias a la merced otorgada por un pueblo atiborrado de doctrina y forraje tertuliano que les votó engañado y que hoy pide, como el simple, que se le extraiga de la cabeza la piedra de la locura. De otra parte, el gobierno del señor Bellido, nuestro Alcalde, elegido con un programa electoral repleto también de mentiras (un ciento), atravesado hasta el tuétano por el neoliberalismo que tanto critica y al que le sobran casi todos los concejales, puesto que sólo tres de ellos, de once, deciden y mandan, mientras que el resto calla, agacha la cabeza y pone caritas cuando las obligaciones del cargo les empujan a asomar el tupé. El señor Bellido ha intentado mantener la apariencia de que es político progresista o de izquierdas, con palabrería y gestos. Pero sus hechos, de los que es dueño, le desmienten, haciéndole aparecer como es. El problema del señor Bellido es que ya se le ve el paño del que está confeccionado, lo cual ha provocado decepciones en cascada.

El señor Bellido cree que los trabajadores públicos son un problema. Por eso no los respeta como se merecen. De ahí su propensión a la amenaza velada, al expediente disciplinario, al despido improcedente, a la bajada punitiva de salarios, a negarse a estudiar la amortiguación de los decretos salvajes del gobierno de Rajoy, a privatizar y a empeorar hasta lo insostenible las condiciones de ciertas contratas. Cree el señor Bellido, como la secta neoliberal, que el barco se salva echando a parte de la tripulación por la borda. La única diferencia entre él y el PP es el número de los que se arrojan a los tiburones, si por parejas o en decenas. Pero olvida el señor Bellido que sin tripulación no hay nave gobernable y que él mismo, junto con sus concejales, es también tripulación, carga, tara que lastra el barco y que puede ser estibada si así lo aconsejan las circunstancias.

El señor Bellido se ha negado a que tengamos un comedor social ahora que la gente rebusca comida en la basura y hace colas en las parroquias a la espera de recibir la ayuda de Cáritas. El señor Bellido se niega a aplicar un IBI más alto a los bancos. El señor Bellido consiente un gasto en fiestas inasumible ahora que estamos en crisis. El señor Bellido mantiene la publicación en papel de la revista Azucahica, cuando su edición electrónica nos permitiría ahorrar 50.000 euros anuales que podrían dedicarse a otros menesteres de urgencia social. El señor Bellido privatiza servicios municipales de gran importancia como toda la recaudación ejecutiva y el departamento de electricidad, incluso contra los informes de la intervención municipal, con argumentos idénticos a los de Cospedal, Aguirre y Rajoy, a los que dice, falsamente, aborrecer. El señor Bellido oculta a la oposición la deuda que el gobierno regional mantiene con nuestra ciudad. El señor Bellido prometió un plan de empleo y no se atrevió a hacerlo efectivo porque le importaba más su futuro político que la necesidad de los parados a los que vendió humo. El señor Bellido prometió ayudas a las AMPAS de las que nunca más se supo. Y en cuanto a los desahucios, ha hecho falta que algunos desahuciados se arrojasen al vacío para que su partido mostrara una opinión humana ante un problema que avergüenza a quien sepa lo que es la vergüenza. Sobre este último asunto, permítasenos una impertinencia: ¿cómo puede presentarse el señor Bellido como campeón defensor de los desahuciados y, a la vez, sentarse al lado de Pepe Bono que va en gira promocional de su pelotazo con la editorial Planeta, para reírle los chascarrillos, cuando Pepe Bono ha sido uno de los principales compadres del Pocero, gracias a cuyas hazañas, entre otros, la gente se tira al vacío ahogada por las deudas?

Esta es la realidad. Estos son los hechos, desnudos de retórica. Izquierda Unida ha dedicado este año a denunciar esta deriva y a proponer siempre una opción de izquierdas a las decisiones erróneas de nuestro Alcalde. Por eso molestamos al señor Bellido, porque contamos lo que no quiere que se sepa, lo que empaña su figura compuesta de retazos de mentiras, fotos y propaganda, y porque demostramos que es posible gobernar de otra manera. Enrabietado e incapaz de discutir con IU, pretende desacreditarnos con infundios y exageraciones malintencionadas, como si tal cosa hiciera mella en nuestro ánimo. Iluso de él. No quiere reconocer que el descrédito ahoga con especial intensidad a su partido y al PP, sumidos en la corrupción y las mentiras, tras treinta años de mangoneo institucional. Hasta los verdaderos socialistas, que los hay, saben esto. Por eso le piden cuentas a su partido y a la casta de gobernantes que han llevado a este país a la ruina, con sus mayorías absolutas y sus delirios.

Del fuego a las brasas. Este ha sido el lamentable tránsito del gobierno del señor Bellido, a veces empujado por los apretones e infamias de Cospedal y de Rajoy, y otras por iniciativa propia, en recto camino hacia el precipicio.

Del 2012 digamos que fue peor que el 2011 y mejor que el que se avecina, malo entre los malos y peor que malo, malísimo. Así que sigamos cavando trincheras y aguardemos, porque lo grueso está por llegar.