El 14 de enero se consumó una nueva infamia del gobierno de Cospedal, consistente en el cierre de las urgencias nocturnas en 21 municipios de Castilla-La Mancha, precisamente donde más se necesitan estos servicios, en zonas rurales aisladas y con población muy envejecida.

Como la medida no tiene asidero, Cospedal recurrió a la mentira para defenderla, aduciendo que en esos centros no se atiende prácticamente a nadie, que la decisión incumbe a muy pocos ciudadanos y que, en cualquier caso, los afectados tendrán un servicio médico a 15 minutos de su domicilio.

Tres embustes como tres soles, los de Cospedal, que se ríe del común una vez más, mucho del cual votó al PP creyéndose unas promesas que no valían ni la tinta con que se escribieron.

¿Desde cuándo se mide la efectividad de un servicio médico por el número de usuarios? Sabe Cospedal, y cualquiera con dos dedos de frente, que la justificación de la medicina consiste en salvar vidas, curar enfermedades y mitigar el dolor del cuerpo, y que lo que se cierran son las urgencias, que sirven para socorrer a los que, de repente, la enfermedad visita con nocturnidad, alevosía y riesgo para su vida, en zonas que son páramos o lugares recónditos de nuestra geografía rural.

En cuanto a la afectación, a Cospedal le deben parecer pocos los más de 100.000 vecinos que van a quedar desamparados si se ponen enfermos por la noche, en lugares sin otra cobertura médica que la que les quita, excepto un teléfono gratuito al que se les invita a llamar mientras se mueren. Además, la población concernida es muy mayor, con los achaques propios de la edad, que merecen cuidados y no el abandono que les espera.

Y lo del cuarto de hora es, simplemente, otro embuste, pero ya de calidad ínfima, irritante, desesperada. Se constata que hay municipios que quedarán a una hora de desplazamiento de un servicio médico de urgencia (siempre que se circule respetando la velocidad legal y no nieve), al que se llega por carreteras peligrosas, sin contar con que la mayoría de la población que vive en esas comarcas, por razones de edad, ni tiene coche ni está en condiciones de desplazarse por sus propios medios a sitio alguno.

Con esta medida Cospedal da una nueva puñalada al interior de la región, que se muere de abandono. El PP ataca a las partes más débiles de la sociedad rural: los niños y los ancianos. Cierra escuelas y clausura centros médicos, aduciendo que son un despilfarro, lo que pone los cimientos de la desertización demográfica.

Cospedal, que regaló los oídos de los electores con una porción de mentiras que pasarán a la historia universal de la fullería política, destruye la salud, la escuela, la despensa y el trabajo, fundamentos de la regeneración de un territorio y de su sociedad. Educación y salud públicas, enemigos ideológicos de Cospedal a los que les ha declarado la guerra sin cuartel. Sanidad caquéctica, consumida, en la que lo rentable pasa a manos de cuates, amigos y familiares. Este es el objetivo de nuestra presidenta, amiga de esparcir la incuria, elogiadora de Cicerón al que nunca leyó, que fue el mayor bergante de la historia de Roma, que quiere un pueblo dócil que agradezca sus puntapiés.

El Presidente del Colegio de Médicos de Castilla-La Mancha, Francisco Parra, advierte, con toda razón, que el cierre de las urgencias nocturnas puede poner en peligro la vida de las personas. Los alcaldes de las poblaciones afectadas proponen que el dinero de los planes provinciales sostengan el mantenimiento de las urgencias nocturnas. Algunos ediles y alcaldes del PP han dimito en bloque (Honrubia, Castellar de Santiago y Villahermosa) o amenazan con recurrir ante los tribunales la decisión de su jefa política (Almonacid de Zorita), aunque el grueso de sus camaradas calla y otorga. Los ciudadanos piden que la presidenta deje de cobrar los varios sueldos que acumula, que suman un montante escandaloso, que despida asesores, que recorte el número de guardaespaldas y que explique por qué mientras ella recibe la donación de un chalet de lujo valorado en más de dos millones de euros, al resto, los que no son ella y su círculo, se les recorta y empuja a la miseria. Otros ciudadanos, profesionales y autoridades se encierran en hospitales y centros de salud para mostrar su repulsa ante la decisión brutal, en acto desesperado y postrero.

Pero nada de lo hecho ha conmovido el espíritu de Cospedal, ni siquiera los muertos que traerán sus decisiones. Demuestra la secretaria general del PP no tener alma a pesar de confesarse creyente y desfilar con mantilla y peineta en los actos de rigor. Sorprende, además, que la congregación de la que se dice socia no la haya excomulgado por su falta de empatía con sus semejantes. Quizás tal cosa se explique porque la curia huye de temas mundanos cuando los empañados son suyos, siéndole más perentorio ahora cobrar el dinero de la escuela concertada y averiguar si hubo o no asno en el pesebre.

Los ruegos, peticiones, súplicas, manifestaciones, dimisiones y encierros no han impedido la atrocidad de la secretaria general del PP, a la que sólo le importa su salario, sus narices y su nuevo chalet de lujo con estanque de nenúfares, viñedo privado y torre con salón.

Saquemos una enseñanza positiva, al menos, de esta lección. Votar es algo muy serio y las mayorías absolutas son un peligro. A partir de ahora ejérzase este derecho con responsabilidad, con cabeza. Impúgnese a divinis al gobernante mentiroso retirándole definitivamente el voto. Castíguese con el desprecio perpetuo al gobernante que daña a los débiles, al que incumple la palabra dada, al corrupto o al que destruye la servicios públicos regalando las partes más jugosas a los amigos o a sí mismo. Repúdiese al político necio, al que se aprovecha de la debilidad ajena, al falto de principios, al sinvergüenza, al avasallador, al que se postra ante el fuerte mientras impone yugo y coyundas al débil. Si se actúa así, quizás, la próxima vez no habrá que lamentar tanto destrozo.