Los centros educativos públicos de Azuqueca de Henares sufren los recortes de Cospedal y, con ellos, los alumnos, nuestros hijos, en demostración irrebatible de que al gobierno del PP el porvenir de nuestras criaturas le importa un bledo. Igual ocurre con el CEDT, al que un día sí y otro también, se le quita un profesional, se le cierra una consulta o se le reduce el horario de atención al enfermo, como si lo de estar malo fuese un capricho o el pretexto gorrón para hacer gasto en medicinas y echarse a la bartola en cualquier camilla, como si se tratara de una tumbona playera.

Los primeros trabajadores públicos que Cospedal mandó a la calle fueron los maestros interinos, despedidos a cientos en nuestra provincia y a decenas en nuestra ciudad. Después, la poda de profesionales se hizo en la sanidad, lo que se unió a recortes de los  presupuestos absolutamente intolerables.

Qué tiempos aquellos en los que una Cospedal recién llegada hacía lo que le salía de la peineta con la aquiescencia de una opinión pública resacosa por el magno triunfo electoral. Qué solos estuvieron los primeros trabajadores públicos que fueron despedidos por la nueva mayoría absoluta, cuando aún circulaba la consigna miserable de que todos los funcionarios eran unos sinvergüenzas que cobraban por hincharse a cafecitos y tocarse el entresuelo. Pero todo eso pasó. Ahora, madura la destrucción, se recogen los frutos plantados por la señora presidenta, de nombre Dolores, en escuelas, institutos y en el CEDT.

Es un clamor que en nuestros centros educativos no se cubren las bajas médicas del profesorado, tal y como obliga la ley, por lo que los niños pierden hasta dos meses de clases en algunas asignaturas. A ello se añade que ya no hay profesores de apoyo y que los alumnos desfavorecidos han perdido la atención suplementaria que recibían, además de que los centros carecen de presupuestos y no tienen ni para sustituir los libros rotos de sus bibliotecas o para que funcionen sus laboratorios con un mínimo de normalidad. Las AMPAS se escandalizan, y con motivo, de esta degradación nunca antes vista, así como las direcciones de los centros y los profesores, que denuncian amenazas del gobierno regional si se quejan.  Pero a la hora de la verdad, aquí no se mueve nadie con eficacia, excepto los damnificados directos que, siendo menores de edad, plantan cara a los recortes y declaran huelgas y jornadas reivindicativas. ¿Dónde está la inspección educativa que no hace cumplir la ley a un gobierno que la pisotea cuando se trata de menoscabar los derechos de los ciudadanos y que, muy al contrario, la invoca falazmente para amedrentar al que protesta? ¿Para qué demonios necesitamos a un delegado de la Junta, de nombre José Luis Condado, que no es capaz de hilar tres palabras seguidas sin mentir, y que se hace el despistado cuando se le pregunta sobre las no sustituciones de profesores enfermos o con permisos de maternidad? Esto es una infamia.

En cuanto a la sanidad, la situación es igualmente deplorable. En el CEDT desaparecen la especialidad de neumología y el laboratorio de urgencias. Además, hay recortes en el personal durante el fin de semana, que se suman a otros en el área administrativa y de apoyo. Se produce el estrambote de tener instrumental médico que no se utiliza por falta de personal sanitario que lo maneje. Se recortan las horas de otras consultas, con lo que las listas de espera aumentan y se derivan pacientes en masa al hospital de Guadalajara, que está colapsado porque también se le han quitado camas, se le han cerrado plantas, se le han recortado presupuestos y ha perdido profesionales. Se llega a la falta de decoro y al riesgo médico que implica que en la sección de pediatría se encame a adultos y engorda la sospecha, no sólo en Guadalajara sino en el resto de España, de que a partir de una cierta edad y según qué dolencia, al paciente sin recursos no se le va a atender como prescriben los protocolos médicos y el juramente hipocrático, igualmente que al inmigrante sin papeles. Añadamos a este escenario la ruina de nuestro viejo centro de salud, edificio abandonado que espera sin esperanza la reforma que le niega Cospedal. Esto es un crimen.

Vivimos tiempos de vergüenza, pero también de claridad. Ya no cuela, para amparar el desastre, lo de poner como excusa la herencia, o que se vivió por encima de las posibilidades o que se despilfarró, frases que no son más que pamplinas indigestas en boca de un gobierno que prometió trabajo y servicios públicos para todos y que, ahora, no sabe qué decir ahogado por sus mentiras y por la corrupción que le rodea.

Que nadie olvide lo que está pasando, para que cuando llegue la hora de votar no se repita la misma tragedia.