El primero de mayo de 2013 no ha roto moldes en Guadalajara. Este año secundaron la manifestación más gentes, pero no bastantes para enfrentarse a un estado de emergencia que va a empeorar debido a un gobierno que favorece a la banca alemana mientras que hunde a su país, destruye la sociedad y humilla a las personas.
Sobran razones para salir a la calle, jurar en arameo y exigir un cambio de rumbo. El paro registrado en nuestra provincia asciende a 25.946 personas, que son 1.821 parados más que hace un año, con casi 4.000 afiliados menos a la seguridad social. En Castilla-La Mancha los parados registrados llegan a 274.210 personas, un 12% más que el año anterior. Cifras de escándalo que rompen todas las marcas y que aún son benévolas si se comparan con las de la EPA, más realistas, tenebrosas, insostenibles, que nos lanzan a un 31’5% (cuatro puntos por encima de la media nacional) de personas que quieren trabajar en nuestra región y no pueden.
Entre dos mil y tres mil personas se manifestaron por la Calle Mayor. Muchas caras conocidas y pocas nuevas, a pesar de que no deja de crecer el número de víctimas de los gobiernos de Rajoy y de Cospedal, ujieres de la troika: desahuciados, parados, preferentistas, dependientes y recortados de toda condición.
Parados en la manifestación pocos, como en las previas, a pesar de que son más de seis millones. Se ratifica que la desmovilización está muy enraizada, que el reposo se ha calcificado en algunas articulaciones de la sociedad, que cunde el descontento, que la gente se cree Robinsón o que no se entiende para qué demonches sirve protestar en la vía pública si el gobierno es sordo y tiene mayoría absoluta. Quizás sea que la manifestación no se ve como forma de lucha eficaz, que ha pasado de moda, que es inútil, como esos ejércitos napoleónicos impotentes ante las guerrillas, los francotiradores o las partidas de irregulares.
El lema de la manifestación era no tienen límite, muy apropiado para describir lo que padecemos. La avaricia y el egoísmo no tienen techo, como los recortes, los ajustes, los hachazos, la estupidez o la maldad. Hoy como ayer rige la sentencia de la abuela de Sancho Panza, que decía que hay dos linajes en el mundo, el tener y el no tener. La novedad es que los que tienen más lo quieren todo sin saber para qué. Por eso nos han declarado la guerra. Una guerra social en la que el bando más numeroso pone las víctimas. Hasta ahora.