En el gobierno del señor Bellido ocurren cosas inconcebibles, impropias de quienes se consideran progresistas o de izquierdas o como quiera que se imaginen, de lo cual alardean y mucho, aun cuando no lo sean porque, como decía aquel, por sus ramalazos los conoceréis. 

La última, el exabrupto y la amenaza al comité de empresa proferidos por el concejal de hacienda, al que le molestaba que al otro lado de la mesa hubiera un representante de los trabajadores con el que no coincidía en opinión. Ya se sabe. En esta democracia que soportamos no se puede ni opinar, aun cuando se haga con respeto, sin ofender, porque hasta el poder institucional más humilde se ha arrogado el derecho, que no tiene, de limitar la libertad de expresión del ciudadano.

El trabajador aludido decidió levantarse de la negociación para no perjudicar a sus compañeros, lo cual no significa darle la razón a quien le amenazaba sino todo lo contrario. Al irse, el trabajador ofendido realzó el engallamiento, el pavoneo, el topetazo morueco del señor concejal, que a partir de ese momento quedó calificado por sí mismo y para siempre con la mayor de las justicias.

Al gobierno del señor Bellido le incordia que le canten las cuarenta en las manifestaciones obreras, recordándole que critica a la derecha lo que luego ejecuta en su casa. No se puede vociferar contra las privatizaciones del PP y luego privatizar el servicio de electricidad municipal, por ejemplo, utilizando encima los mismos lenguarajos que el señor Fernández-Lasketty, personaje cuyo objetivo consiste en regalarle la sanidad madrileña a un grupo de amigotes.

Los ciudadanos se manifiestan el primero de mayo y reivindican lo que les da la gana, siempre y cuando lo hagan con respeto, porque razones no les faltan. Y si encima dicen la verdad, lo que es el caso, deberían avergonzar al aludido. Pero no. El aludido, en este caso el señor concejal de hacienda, acusado de privatizar el servicio municipal de electricidad, cosa que ha hecho efectivamente, se ofusca y pide que se levante el denunciante y si no que se suspenderán las negociaciones del convenio colectivo.

Pero quién es el señor concejal o nadie para amenazar a un comité de empresa porque algunos de los trabajadores que lo forman no piensan como le gustaría al jefe. ¿Qué clase de atributos deben pensar que tienen los que actúan así, negando la legitimidad a las personas que les critican y con razón? ¿De que pata creen que descienden los que se permiten estos excesos?

Si el PP privatiza, malo. Y cuando al acto de privatizar lo llama de otra manera con el fin de taparlo, peor, porque encima busca el engaño. Pero cuando el señor Bellido aprueba encomiendas de gestión y externalizaciones actúa de fábula, a favor del interés general, sin privatizar, defendiendo lo público. Y si alguien se percata del engaño, además, se enfada.

Esto es como si el señor Bellido, con tal de reconocer que no ronca, se refiriese al acto de roncar del siguiente modo poético, más fino, mandando encarcelar al poeta que le compuso el verso por haber desvelado la idea que le subyace:

Mira cómo el breve nácar
de su boca, al viento manso,
cuanto en alientos le bebe,
suspira en ámbares castos.

Menos nácar, menos ámbares castos y menos ronquidos, querido señor Bellido.