Desde que el señor Bellido goza de mayoría absoluta, leer la revista Azucahica es como tomar un baño de sales, frotarse con hierbas ayurvédicas, ponerse algas en los párpados, escuchar música de ascensor y quedarse amodorrado mientras unos pececillos te masajean los pies.

Qué gusto da leer las noticias de Azucahica, en las que los concejales del PSOE siempre salen tan guapos, tan diligentes, tan bien peinados, como se merecen, sin dudarlo, porque son excepcionales.

Es portentoso. El gobierno del señor Bellido nunca se equivoca y así lo recoge la revista Azucahica, humilde notaria de una realidad que nos hace reflexionar sobre lo afortunados que somos por tener unos dirigentes tan perfectos que casi parecen inhumanos.

En esta bendita ciudad se nos queda pequeño el cuento de aquel gobernante que siempre tenía encendida la luz de su despacho para que el pueblo viera que trabajaba sin descanso, día y noche, desvelado por el bienestar y la felicidad de sus súbditos. Aquí no vamos a ser menos.

Pero nada es perfecto, por mucho que se aliñe. Ni en el cuento del gobernante, que para eso es un cuento. Sabemos, porque somos adultos, que detrás de muchos cuentos se esconde una miseria, una tiniebla, una perversión.

Azucahica nos cuenta un cuento todos los meses. Siempre es el mismo aunque no nos percatamos. Es el cuento del gobernante, primer servidor público, que nunca apagaba la luz de su despacho.

Toca demostrar lo dicho.

Nos cuenta el último número de Azucahica las bondades de un nuevo equipamiento integrado, vulgo estación de autobuses con unos locales anexos.

La estación costará casi tres millones (esto no lo dice la revista), de los cuales corresponde aportar a los azudenses unos 900.000 euros que el Ayuntamiento, al día de hoy, no tiene, por lo que tendrá que pedirlos prestados y pagar los intereses correspondientes. Para devolver esa deuda el señor Bellido ha decidido suprimir más de 700.000 euros en inversiones para el mantenimiento del municipio, pequeñas obras para guardar el ornato y la buena presencia de la ciudad. Cambia el señor Bellido el cuidado de la ciudad por una obra faraónica dudosa con la que espera ser recordado, pagada a crédito y para la que hoy no hay ni autobuses. Todo muy discutible. Pero esto no lo cuenta Azucahica, esa revista tan objetiva e imparcial.

Menciona Azucahica el programa de apoyo nutricional a niños con escasos recursos, obviando que fue suscrito por todos los concejales, tanto del gobierno como de la oposición. No menciona la revista, en cambio, que el señor Bellido rechazó al comienzo de la legislatura una propuesta de IU para crear un comedor social, diciendo que no era necesario, lo cual es una aberración que pocos conocen porque la revista Azucahica tampoco lo refiere.

Con el Plan de Empleo municipal pasa algo parecido. Cuenta Azucahica que el Ayuntamiento aportará de su peculio 500.000 euros, sin ser competencia municipal, por el bien de sus vecinos. Correctísimo. Pero no dice que el señor Alcalde quería sacar los 500.000 euros de los bolsillos de los trabajadores municipales, concretamente de la paga que les robó Rajoy, lo cual, además de injusto era imposible. Por eso no hubo Plan de Empleo el año pasado, cuando era también muy necesario, cosa que es desconocida por la mayoría de los azudenses porque Azucahica no lo reseña.

Recoge la revista unas declaraciones del señor Bellido en las que afirma que no ha habido despidos en la plantilla municipal, lo cual no es cierto puesto que hace un año el señor Alcalde despidió a cuatro trabajadoras municipales cuyos salarios sufragaban tanto la Junta como el Ayuntamiento. Cierto es que la Junta de Cospedal decidió incumplir sus obligaciones con estas trabajadoras, ciscándose en su programa y en la moral judeocristiana, pero hablamos de 50.000 euros que bien podían haber sido aportados por el Ayuntamiento (por ejemplo, de la partida de fiestas, de los contenedores de poda o, mismamente, de la edición en papel de la revista Azucahica, que por aquel entonces costaba eso, 50.000 euros). Las trabajadoras que iban a ser despedidas por el señor Bellido ofrecieron resistencia y se encerraron en el salón de plenos, a lo cual respondió el Alcalde con la policía municipal, cerrando el Ayuntamiento a cal y canto, impidiendo que se les pasara la cena, que fuesen visitadas por la tarde o que abrieran las ventanas del salón ocupado. Todo muy ejemplar.

Esto es lo que cuenta Azucahica del modo en que lo cuenta. Pero además está lo que no cuenta, que a veces es más importante que la noticia, el breve o el reportaje.

Nada dice Azucahica del gasto en fiestas en 2012, peor año conocido de la crisis, que sube a casi cien millones de las antiguas pesetas (582.559 euros), que equivale prácticamente al plan de empleo y al programa de apoyo nutricional juntos (600.000 euros), desviándose un 166% del presupuesto inicial.

Tampoco reseña Azucahica las privatizaciones ordenadas por el señor Bellido del departamento de electricidad municipal y del servicio de recaudación en ejecutiva, la primera sin estudio técnico y por quince años, y la segunda contra un informe de intervención demoledor.

Y para terminar por ahora, Azucahica no se hace eco de las prácticas antisindicales del equipo de gobierno, que castiga a los representantes de los trabajadores que ejercen su libertad de expresión en su tiempo libre, con amenazas y deslegitimaciones intolerables que habría que llevar a los juzgados si es que aún merece la pena creer en la justicia.

La revista Azucahica, desde que hay mayoría absoluta, nos cuenta cosas muy bonitas del señor Bellido y de su gobierno, en décimas o quintillas, como tiene que ser. Pero hay otras cosas que no nos cuenta, más feas y ruines, para no quitarnos el sueño. Porque el gobernante, desde su despacho, vela por nuestro bienestar, con su lucecita encendida día y noche. Para qué mostrarnos la fealdad del mundo si podemos vivir ignorantes y embaucados.

Dicho lo anterior y pensándolo mejor, la lectura de la revista Azucahica no proporciona el relajo de un baño de burbujas o de un masaje con cañas de bambú, como suponíamos al principio, sino que actúa como un exfoliante de la verdad, como una vulgar fangoterapia de los sentidos. Vamos, el NO-DO de toda la vida.

Esto es lo que hay.