Por 168 votos contra 65, los trabajadores de Bormioli aceptaron rebajarse el salario un 15% (también a los empleados de las contratas, aunque en un porcentaje muy superior, cercano al 50%) y trabajar más horas, a cambio de una promesa: que la fábrica mantenga su actividad en el medio plazo.
Así concluyó una consulta a la que se llegó tras el ultimátum de los directivos de Bormioli consistente en que se aceptaran sus condiciones draconianas. En caso contrario, la propiedad de la empresa amenazó con proceder al cierre de la factoría y al despido de toda su plantilla, más de un centenar de operarios de manera inmediata y el resto el año que viene.
A la oferta de la empresa la llaman negociación cuando no lo es porque resulta imposible acordar nada si una de las partes, la empresarial, apunta a la otra, los trabajadores, con la pistola del cierre patronal y los despidos masivos.
Ocurre esto porque la legislación lo ampara, lo promueve. En esto consiste la reforma laboral: devaluar salarios para ajustar precios sin que los beneficios caigan. Dicho de otro modo, el patrón dispone y el obrero apenca.
En castellano hay palabras más apropiadas para calificar lo ocurrido: trágala, imposición, chantaje o extorsión, por ejemplo, sin que nadie tenga que ofenderse si se utilizan, lo cual sería más correcto y justo, no sólo por consideración al diccionario sino, también, por respeto a la verdad de los hechos.
Queda por saber si la empresa cumplirá lo acordado y acometerá las inversiones necesarias para que la factoría sea viable, porque se encuentra en un estado de obsolescencia muy grave. Ahí radica la duda, que la empresa sume la factoría de Azuqueca de Henares, con plenos derechos, a las otras nueve que tiene instaladas en Italia y Francia, no vaya a ser que tras conseguir los ahorros previstos acabe cerrándola y trasladando la producción a otro lugar, lo cual no es descartable ni mucho menos.
Todavía dirán algunos que los trabajadores son egoístas y vagos, cuando están demostrando una capacidad de sufrimiento sobresaliente. Por cierto, ¿qué directivo o administrador es responsable del abandono de la factoría de Azuqueca de Henares? Misterio.
Coincidimos con los trabajadores de Bormioli en el deseo de que la actividad de la empresa continúe durante muchos años y que no haya despidos. Que todos lo veamos.