El 3 de junio abdicó Juan Carlos I. Lo hizo sin preaviso, excepto lo que secreteara con los cortesanos que sí conocían su decisión, al contrario que el pueblo, vasallo siempre, juguete de la voluntad real, decorado y fondo del teatro palaciego, que vivía ignorante.

Del mismo modo, sin preaviso, una parte del pueblo se echó a la calle ejerciendo su real voluntad, con el fin de mostrar su júbilo espontáneo por la dimisión y, de paso, para pedir democracia, que eso es un referéndum sobre la forma de Estado, más democracia, que el pueblo se gobierne a sí mismo como lo considere, con unas instituciones u otras, de una manera o al revés.

Mientras una porción de ciudadanos expresábamos nuestra alegría en la calle sin molestar a nadie en una circunstancia excepcional, súbita, sorprendente, histórica incluso, la guardia civil, cuyo sueldo pagamos con nuestros impuestos, nos grababa desde el Ayuntamiento, la casa del pueblo, como si fuésemos terroristas, delincuentes, sospechosos, enemigos, gentes de mal vivir. Suponemos que lo haría por orden del subdelegado, cargo que sale también de nuestras costillas, desempeñado por un señor del PP de probadísima lealtad hacia sus jefes, siendo el PP un partido que es ejemplo de corrupción y guarida que cobija a una muchedumbre de bandoleros sin trabuco, algunos presuntos y otros confesos, saqueadores de lo público.

La guardia civil entró en el Ayuntamiento sin pedir permiso a la autoridad competente, lo cual agrava el caso. Esa tarde se mancilló el significado de lo que es un consistorio democrático y eso no cabe en la Constitución, lo diga el subdelegado, el duque de Ahumada o el cuerpo de Alabarderos.

Seguro que si la concentración espontánea hubiera sido monárquica, deportiva o eucarística, la subdelegación o quien quiera que ordenara filmarnos se habría abstenido y mandado un refrigerio, megafonía y dispositivo médico para comodidad de los convocados.

Estamos hasta la coronilla de que quienes han de velar por nuestros derechos nos acogoten con grabaciones, multas y  montajes. Somos ciudadanos honrados, conocidos en nuestra comunidad y pacíficos. Dejen de perseguirnos, por favor, no nos empujen a donde no queremos estar, no pretendan arrinconarnos, dejen de acosar al pueblo que pena.

Estamos a la espera de que nuestro Alcalde eleve una queja pública ante tal atropello y pediremos, además, que el responsable dimita por indigno.

Y a la Benemérita le pedimos que no nos haga más vídeos promocionales. No somos fotogénicos, no queremos protagonismos indebidos, por no salir no salimos ni en los vídeos de las fiestas familiares, esas en las que siempre hay un cuñado aficionado a grabarlo todo.

Dedíquese la guardia civil a grabar las actividades que ocurren en el número 13 de la calle Génova de Madrid, por el bien de todos.