Hay dos parquecillos en nuestro municipio que viven en total orfandad desde que Bellido gobierna en solitario, que es como decir desde tiempos de Mari Castaña, cuando los hombres pacían y los jumentos hablaban.

Se trata del llamado Arboreto, situado en los confines de Asfain, y del que linda con la trasera del polideportivo Ciudad de Azuqueca, ese gran edificio que parece un decorado alucinatorio de Robert Wiene, con sus ángulos distorsionados que inducen a la angustia y el mareo.

Denunciamos su abandono al modo pastoril. Confesamos que lo hacemos así mayormente por goce propio, aunque también para llamar la atención del gobierno municipal y porque de la sátira la verdad sale más pelada y reluciente.

Nos arrancamos:

Lugarillos serranos
que no praderas,
encrespados mares de malezas
que reclaman azadillas
o rebaños merinos.

Selvas enardecidas de cardos feroces,
ortigas traicioneras
y espigas altivas,
repúblicas ceñidas de yedras rencorosas,
con valletes ocultos
y rincones odorosos.

En estas soledades
se amontonan las próvidas hormigas a sus mieses,
también las heces de los canes aliviados
solaz de unos amos descuidados.

Paseante
verás caminos impedidos,
bancos devorados por hierbas montaraces,
arenas dudosas y
follajes repujados que emulan arabescos
de una alfombra bereber.

Rotúralos gobierno
porque lo merecen,
que Azuqueca ama el campo
pero no agraz
y Vale.

Domina en ambos parques el aire de cosa decrépita y agotada por la incuria de un gobierno que hace mucho renunció a cuidar lo recibido por malgastar millones en obrazas inconvenientes.

Sabido es que el abandono llama a la suciedad y ésta al estrago y la ruina, sus hermanas.

Manos a la azada.